11 oct 2016

Elisabeth de Austria-Hungría. Parte II



 

 El libro Elizabeth emperatriz de Austria-Hungría o el hada maldita”, de Ángeles Caso es una biografía novelada en forma de supuesto diario de Elisabeth de Austria- Hungría. A esta primera aproximación al personaje, siguió, en 1997, Elizabeth de Austria-Hungría Álbum privado.
Ángeles Caso, maneja muy bien la documentación a su alcance, en especial las biografías de Isabel de Austria, de Egon Caesar Corte Conti y Brigitte Hamann y el Diario de su profesor de griego Constantin Christomanos.

A través de los catorce breves capítulos de esta obra que combina la información biográfica con la gráfica y literaria, Ángeles Caso desmitifica la imagen ñoña de la emperatriz Sissi, que hasta ahora conocimos por el cine.






La emperatriz triste, Elisabeth de Baviera (1837-1898)

Infancia en Baviera

Elisabeth Amalie Eugenie von Wittelsbach era la cuarta hija de los duques de Baviera Maximiliano y Ludovica, un matrimonio de conveniencia que nunca fue bien avenido. Max engañaba continuamente a su mujer; es más, solía almorzar con sus hijos ilegítimos. No obstante, el matrimonio tuvo 8 hijos.
Elisabeth nació en Múnich el 24 de diciembre de 1837. La pequeña Elisabeth,  creció “tímida, rebelde, culta, llena de entusiasmo y con una notable tendencia a la ensoñación y a la melancolía”.

 


Vivió buena parte de su infancia en el Castillo de Possenhofen, en el lago Starnberg, lejos de los encorsetamientos de la vida de la corte. Allí tuvo una infancia feliz, atendida y educada directamente por su madre y a quien habría de añorar en Viena.
Durante toda su vida guardó un afecto inquebrantable a su madre y a sus siete hermanos; menos relación tuvo con su padre,  aunque de él heredó, “el inconformismo, el desprecio a los títulos, el gusto por los viajes, el placer del estudio, el amor por Grecia, el afán de provocación y el ansia de libertad”. 






Un viaje decisivo

En 1853, Elisabeth viajaba junto a su madre y su hermana Elena a la residencia de verano que la familia imperial austriaca tenía en la localidad de Bad Ischl, muy cercana a Salzburgo.
Ludovica era hermana de la archiduquesa Sofía, reina madre del imperio de los Habsburgo. Su hijo, el emperador Francisco José I debía escoger esposa y la elección había recaído en la hermana de Elisabeth, Elena. Aquélla fue una elección puramente formal y dictada por las necesidades dinásticas.

 Cuando Francisco José vio a su joven prima de 16 años cambió su decisión y anunció su firme voluntad de casarse con Elisabeth y no con Elena. Francisco José se prendó de la hermana pequeña, vestida de manera campesina, peinada con trenzas; la hermana-niña que parecía más ingenua, más dulce.
Cuando la pobre niña intentó protestar, su madre le soltó la lapidaria frase: “No se le dan calabazas al emperador de Austria”. 
Francisco José era 7 años mayor y toda la vida sintió hacia ella acaso más amor del que ella sintió por él. Los jóvenes no podían ser más distintos. Elisabeth era apasionada, inconformista y compleja. Francisco José fue, por el contrario, un hombre muy sensato de carácter tranquilo y sin altibajos. 

 

Prisión real

Un año después, en 1854, se casaba con su primo en la iglesia de los Agustinos de Viena, cuando ella tenía 16 años. Dejaba atrás una vida de libertad y felicidad y debía enfrentarse a una de las cortes más estrictas de la vieja Europa. 

Sissí no fue una novia feliz -se cuenta que lloró como una malva y que no se consumó el matrimonio hasta pasados unos días, con lo que significada para la corte vienesa-. José la trata en su noche de bodas “como si fuese una vaca”. Y luego vuelve a sus amantes.
A Sissí la aguardaban en el Palacio Imperial, el Hofburg, un puñado de arpías dispuestas a criticarla, a observarla y a anularla si hacía falta. Una de sus damas era la implacable condesa Esterházy.




Sofía, su suegra, (que también era su tía, hermana de su madre), era “una mujer inteligente y ambiciosa, dotada de talento para la política, enemiga hasta la obsesión de todo lo que pareciese no ya revolucionario, sino simplemente novedoso, liberal o anticlerical”. Sofía quiso moldear a la joven Sissí para que aceptase con profesionalidad su cargo de Emperatriz, pero no lo consiguió y entre ellas se inició un desencuentro que habría de durar hasta la muerte de Sofía. Sissí choca siempre con la imperial muletilla “Es por tu bien Sissí” y tiene que callarse. “Cosas tan nimias como el poder bañarse todos los días, deben ser conquistadas como si fuera la torre de Solferino”.
Cuando la emperatriz intenta enterarse de algo se le contesta invariablemente que “eso es política, y la política es algo muy aburrido”.
Sola, alejada de su tan querida familia, Elisabeth sólo encontraba apoyo en su demasiado ocupado marido. La presión hizo mella en ella, quien pronto empezó a sufrir trastornos alimentarios y un peligroso deterioro de su salud a la vista de todos por su extremada delgadez.

Su marido la amó, dio pruebas de ello, pero siempre se sintió apegado a su papel de Emperador, muy conservador, con lo cual no sirvió de mucha ayuda a su esposa en la lucha contra las convenciones sociales y las hipocresías de palacio. Francisco José no acertó a ver que el mapa europeo estaba cambiando y, con él, toda la concepción del Imperio. 




Madre anulada

La maternidad no dio tregua a la infeliz Elisabeth. Sissí fue madre muy pronto.  A su primogénita Sofía, le siguieron Gisela y Rodolfo.
Las continuas disputas con su suegra por el modelo de educación que debían recibir sus hijas Sofía y Gisela la llevaron a cometer la imprudencia de llevárselas con ella en uno de sus viajes a Hungría. Sofía, murió a los 2 años de edad, por unas altas fiebres, lo cual supuso un duro golpe para la Emperatriz. Su  muerte la sumió en una profunda depresión.

La llegada del tan ansiado heredero, el archiduque Rodolfo, aun empeoró más su estabilidad mental. La archiduquesa Sofía no consintió que su nuera se encargara de la educación del futuro emperador quien fue arrancado de los brazos de su madre sin ninguna compasión.
Su suegra consideró que ella sabría educarlos mejor. Sin embargo, Sissí, horrorizada, intervino cuando supo cómo era el preceptor de Rodolfo, Gonchecourt, un hombre cruel y, digamos que, masoquista, aunque el daño ya estaba hecho. 

Madeira
Sólo se sintió plenamente madre cuando nació, en 1868, María Valeria, su hija adorada, de quien no habría de separarse mucho tiempo, con la que compartió largas estancias en su amada Hungría y a quien quiso entrañablemente.

La terrible muerte de Rodolfo, quien fue encontrado sin vida junto a su amante, María Vetsera, en 1889, terminaría con la salud y la poca felicidad que le quedaba a la emperatriz.





Pronto Sissí mostró síntomas de una extraña enfermedad que no se supo diagnosticar -acaso depresión, acaso anorexia, acaso hastío, el mal romántico. Su enfermedad, si la tuvo, fue más bien psicosomática que orgánica.
Para curarse, ante la extrañeza de la corte, eligió un lugar lejano, la isla de Madeira, Allí permaneció seis meses, rodeada por primera vez de un séquito de jóvenes. Para ella iba a ser el descubrimiento de que lejos de la corte podía respirar.

De regreso a Viena, pronto una nueva partida, esta vez a Corfú, incrementó su fama de mujer extraña, encontrando las primeras muestras de desprecio o desafecto público.
A partir de entonces pocas veces volvieron a ver a la emperatriz en Viena. Así fue llamada la emperatriz viajera porque no paró de viajar: Corfú -en donde se construyó una villa-, Venecia, Biarritz, Merano, Mallorca, Sevilla, Londres, Summerhill...La mayoría de sus viajes fueron bajo nombre supuesto, en pos de la belleza natural.

Responsabilidad política

A pesar de su total inadaptación a la vida en la Corte, Elisabeth intentó estar al lado de su marido, un emperador poco querido, defensor a ultranza del centralismo y el absolutismo en una Europa, la Europa de las revoluciones liberales, que demandaba aires nuevos para sus gobernantes.

Uno de los mayores éxitos del reinado de Francisco José, plagado de enfrentamientos, conflictos y pérdidas de territorio, fue la unión al imperio de Hungría. El amor por aquellas tierras y las habilidades diplomáticas de la emperatriz llevaron la corona húngara a la cabeza de su marido.
 
Budapest (Hungría)


Trágico final

Como mencionamos anteriormente, Elisabeth pasó parte de sus últimos años viajando, pasión que heredó de su padre. Por tierra y por mar, la emperatriz recorrió el Mediterráneo y muchas ciudades europeas; siempre oculta tras un paraguas o un velo y con el luto como compañero.
La relación con su marido hacía tiempo que se había enfriado y se había convertido en una respetuosa amistad. Elisabeth llegó a propiciar y consentir la relación de Francisco José con sus amantes: La primera fue Anna Nahowski y la segunda, la actriz Catalina Schratt, a la que ambos conocían como “la amiga”,  que quiso darle, la vida burguesa que él necesitaba.
 
Elisabeth (1869)
En uno de sus muchos viajes, la emperatriz encontró la muerte, El 10 de septiembre de 1898, el anarquista italiano Luigi Lucheni decidió terminar con la vida de Elisabeth ante la ausencia de un príncipe francés al que había planeado aniquilar.  Elisabeth, acompañada de Irma Sztáray, paseaba cerca del embarcadero. Fingiendo un tropiezo, Luigi clavó en el corazón de la emperatriz de un certero y mortal golpe un estilete. Elisabeth se levantó y continuó caminando hacia el barco anclado en el lago Lemans hacia el que se disponía a embarcar. Una vez en el  barco se percató del golpe, se mareó y se desvaneció. La emperatriz Elisabeth de Austria-Hungría fallecía poco después. Su asesino se suicidó en la celda en 1910.

Su cuerpo era trasladado con solemne respeto y boato a la Cripta Imperial de Viena, para ser enterrada al lado de su amado hijo Rodolfo, justo donde no hubiera querido estar nunca. 


Ángeles Caso nos hace su autobiografía 




“Nací en Gijón en 1959. De mi madre y su familia heredé el carácter creativo. De mi padre, la curiosidad y el rigor intelectual. Él, José Miguel Caso González, era catedrático de Literatura en el Instituto Jovellanos de Gijón y más tarde en las universidades de La Laguna y de Oviedo. Él fue quien me transmitió el amor por la literatura, el arte y la música, y también por la naturaleza, las más poderosas pasiones de mi vida, aparte de las humanas.
Quería ser escritora desde pequeña, desde que él, todas las tardes, me contaba los “cuentos” de Ulises, de Alonso Quijano, de Platero, o me recitaba los misteriosos poemas del Romancero.



Claro que también quería dedicarme a la música, a la danza, a la historia del arte, a la arqueología y hasta a la escalada. Danza, teatro y música, los hice como aficionada. Historia del arte, como estudiante primero –me licencié en esa especialidad en la Universidad de Oviedo–, e investigadora y divulgadora después. La literatura, ya se sabe. Se me ha quedado pendiente para otra vida subir al Everest. ¡No lo descarto!
También he trabajado como periodista en diversos medios. O, más bien, como comunicadora. Nunca he tenido vocación de periodista y, aunque me he ganado la vida con ello en algunos momentos de mi vida y le debo mucho a esa profesión, en realidad nunca acabé de encajar del todo: el periodista tiene que creer en lo que está sucediendo. A mí, mi mentalidad de historiadora me hace en cambio desconfiar de todo. Siempre pienso que no conseguiremos saber nada de lo que está pasando de verdad hasta que pasen al menos cincuenta años.

Gijón

En cualquier caso, voy ganándome la vida como escritora, a trancas y barrancas, con momentos mejores y peores, desde 1995. Procuro alternar la novela con el ensayo, la biografía, los guiones de cine, la traducción (de francés, inglés, italiano y portugués) y cualquier otra posibilidad que se ponga a mi alcance y me suponga un reto intelectual, salvo la poesía: el dios Apolo no me ha elegido para el más noble de los empeños literarios.
Y siempre, con los artículos, pequeñas piezas de reflexión sobre la vida y los acontecimientos diarios, que me permiten mantener un compromiso permanente con la realidad y, como a menudo me gusta decir, prestar mi voz a quienes no la tienen para que sean escuchadas”.
 


Obras

Entre su obra narrativa destacan: “Elisabeth, emperatriz de Austria-Hungría o el hada maldita”; “El peso de las sombras” (finalista del Premio Planeta 1994); “El mundo visto desde el cielo”, y “El resto de la vida”. “Un largo silencio” (Premio Fernando Lara 2000) se ha convertido en un hito en las novelas para la recuperación de la memoria histórica, con numerosas ediciones.
Ha escrito también las biografías “Elisabeth de Austria- Hungría: álbum privado” y “Giuseppe Verdi. La intensa vida de un genio”, así como los ensayos “Las olvidadas. Una historia de mujeres creadoras” y “Las casas de los poetas muertos”.
Su obra se completa con cuentos infantiles, guiones de cine y traducciones.
“Contra el viento”, Premio Planeta 2009, ha sido traducida a diez idiomas (holandés, italiano, chino, rumano, serbio, esloveno, francés, polaco, ruso y turco) y galardonada con el Premio a la mejor novela extranjera en China. Colabora en la Cadena Ser, en RNE y en “La Vanguardia”.


Enlaces interesantes :
Página web de Ángeles Caso

Entrevistas en periódicos y revistas:

 Vídeos de entrevistas en youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=4T9UWCS2NfE   Entrevista de Jesús Fonseca (2013)
https://www.youtube.com/watch?v=YT2kmU-aNJs  "Donde se alzan los tronos" (2012)
https://www.youtube.com/watch?v=YT2kmU-aNJs "Donde se alzan los tronos" (2013)
https://www.youtube.com/watch?v=MkV9hVcuaSk    Ángeles Caso en persona (2008)
https://www.youtube.com/watch?v=76GF7NrL8qw    "Contra el viento" (2009)
https://www.youtube.com/watch?v=PMsIyxXGpOw  "Contra el viento" (2009) 
 
  







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