24 jun 2016

En el país de la nube blanca



En el país de la nube blanca





«Una capa blanca de algodón extendida a lo largo ocultaba la vista de la tierra. Si los marineros no hubieran asegurado a los viajeros que la isla del Sur se ocultaba detrás, el fenómeno de la nube no habría despertado especial atención.
Sólo cuando se acercaron a la costa, se fueron dibujando las montañas en la niebla, peñas de contorno escarpado, tras las cuales se amontonaban de nuevo las nubes. Era algo raro, como si la montaña estuviera suspendida en un blanco luminoso de algodón.»
(Página 121)




Argumento:

Londres, 1852: dos chicas emprenden la travesía en barco hacia Nueva Zelanda. Para ellas significa el comienzo de una nueva vida como futuras esposas de unos hombres a quienes no conocen. Gwyneira, de origen noble, está prometida al hijo de un magnate de la lana, mientras que Helen, institutriz de profesión, ha respondido a la solicitud de matrimonio de un granjero. Ambas deberán seguir su destino en una tierra a la que se compara con el paraíso.

Reseña:
Nueva Zelanda es un escenario poco explorado en la literatura. Un país que se encuentra en las antípodas.
La autora habla muy generalmente sobre la colonización de este país y sobre la cultura maorí. Los maoríes se embarcaron en siete grandes canoas para trasladarse desde el paraíso de Hawai y desembarcar en esta gran isla que hoy conocemos como Nueva Zelanda. Siete canoas que dieron origen según sus leyendas a las siete tribus originales que formaban el pueblo maorí. Maorí, que en su lengua significa normal, común. Es una cultura con mayúsculas, en la que prima el trato personal, la vida sencilla y la falta de deseos de posesiones personales, limitándose a vivir en armonía con la naturaleza que es lo que nos llevaría a la felicidad absoluta.


La presencia extranjera en Nueva Zelanda es muy tardía. De hecho la colonización comenzó hacia 1830 y en 1840 se firmó el tratado de Waitangi, por el que se convertía en una colonia del imperio británico. Un tratado del que se habla en el libro y que hoy día sigue siendo motivo de controversia. La colonización no resultó ser como el resto de colonizaciones, que fueron a sangre y fuego. Esta colonización se realizó comprando las tierras a los maoríes y con el control de la propia corona británica para evitar los abusos. 




 La novela en sí es una saga familiar que nos relata cómo una familia colonizó Nueva Zelanda. Nos muestra, en el comienzo, la sociedad británica de la época victoriana. Esta sociedad de rígidas costumbres se traslada al nuevo territorio cuando llegan los descubridores y fundan sus ciudades.
Nos hace una fotografía nítida de la necesidad que tenían las mujeres de contraer matrimonio y a ser posible que resultara bueno, dejando de lado cualquier sentimiento amoroso o deseo personal a cambio de un trato medianamente razonable y admitiéndolo como algo de lo más normal. No teniendo ningún derecho social, excepto el de no ser asesinadas, dependiendo del caso. Quedarse solterona y con limitados ingresos que con la vejez desaparecerían significaba estar abocada a una vida de continuas críticas y miseria.




 Las mujeres  en la colonia  eran poco más que animales de cría pero puestas por detrás de otros animales a los que se les consideraba más útiles, como a los perros pastores, determinada raza de ovejas o determinados caballos. La novela tiene extensas descripciones de la manera de ganarse la vida en las grandes granjas ovinas, donde se desarrolla la mayor parte de la acción.
 

Hay también bellas descripciones de los paisajes:
la propia orografía del terreno y la localización de las poblaciones;  y personajes maravillosos que  trajeron inmediatamente a la mente películas como “Australia” y “La lección de piano”.
El ritmo en la novela es constante. Nos habla de amor y pasión, la confianza y la enemistad,  también extensivo hacia la tierra que se está colonizando. Por último hay una resolución de conflictos muy cuidada. Es  en definitiva la historia sobre dos familias cuyo sino está unido de forma indisoluble.




 
Sara Lark
Nació en 1958 en Alemania.
Su verdadero nombre es Christiane Gohl. Escribió 150 libros sobre equitación, aunque algunos de ellos los firmó con los nombres de Elisabeth Rotenberg, Leonie Bell y Stephanie Tano. Sus novelas las ha firmado con los pseudónimos de Sarah Lark y Ricarda Jordan.
Estudió Educación, trabajó como periodista y redactora publicitaria, además fue guía turística, profesión que la llevó a conocer y fascinarse con Nueva Zelanda
Su residencia en España se debe a la visita como turista, dónde decidió quedarse. Su sueño frustrado fue estudiar veterinaria, ya que se declara una "amante empedernida" de los animales. Actualmente reside en una casa en el campo perteneciente al término municipal de Los Gallardos (Almería).

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