2 jun 2016

Aroma de vainilla



Aroma de vainilla

Argumento:

En el umbral de la ancianidad, Mercedes Ortega Abellán distrae los grises momentos de su existencia presente acudiendo a los recuerdos del pasado. La fiel memoria de Mercedes abarca desde los últimos años del siglo XIX hasta los años sesenta del siglo XX. Desvela los secretos de tres generaciones familiares  que se extinguen en una provincia del sur de España, las vicisitudes existenciales de mujeres fuertes, de hombres tiernos, de hijos con filiaciones muy diversas e inclinaciones muy distintas y de mentes abocadas a la locura por sus circunstancias políticas y sociales,  pero una estirpe no rendida ante las desgracias.




Temas:

Según las propias palabras de la autora:
“Los ejes temáticos giran en torno al deseo amoroso, el amor insatisfecho, el amor no correspondido y el traicionado, los celos, el adulterio, los conflictos generacionales, los estigmas de una educación estricta, el orgullo, la tozudez, las murmuraciones sociales, la fascinación por la cultura, la ferocidad de la guerra y sus nefastos efectos posteriores, el perdón, la generosidad, los sueños no cumplidos, las expectativas rotas, el oscurantismo religioso y su antítesis descreída e iconoclasta, la locura, la muerte y la lucha por la existencia en una España llena de rencores y de atmósfera opresiva”.

Análisis literario:

Es una historia de vocabulario  amplio, no repetitivo y excelente.
Transcurre en una época de España donde las habladurías de la gente, interfieren mucho  la vida cotidiana. En tres generaciones de la familia, unas cuantas mujeres, Julia, Mercedes y Berta o, lo que es lo mismo, abuela, hija y nieta,  son protagonistas, luchadoras, firmes en lo que sienten y desean, así tengan consecuencias  de las cuales se arrepientan en algún momento de su vida. Tienen en común, que fueron muy amadas, pero habrá que ver si realmente llegaron a conocer la felicidad completa.


También emerge la figura de don Segundo por todo lo que él representará para la familia, impulsado por la cerrazón de la mujer a la que nunca dejó de amar: su esposa Julia.
Su  antagonista, Basilio García Vargas, El indiano, aparece en el pueblo donde vivían. Pero las secuelas de la Guerra Civil influirán en la relación que había entre ambas familias.
Es una familia, con grandes secretos, algunos nunca revelados. Una historia hermosa, con muchos momentos de sufrimiento. 
Destaca cómo la autora detalla los ingredientes de un plato de comida, cada olor, condimento, especias. Las propiedades de especias y plantas, la influencia de las joyas en el estado de ánimo y el poder de dioses egipcios.
Nos lleva por calles de Murcia, Lorca, Águilas y  sus sitios emblemáticos.
Descripciones certeras y diálogos creíbles, con la palabra justa en el lugar indicado, y ese aroma de vainilla que lo impregna todo, trasladándote a otro lugar y otra época de inmediato. Una historia que habla de las emociones, al fin y al cabo.

 
Murcia




Isabel Martínez Barquero

Nacida en Murcia el 6 de octubre de 1958.
Licenciada en Derecho.
Premio Hucha de Plata en la XXIV edición del concurso de cuentos Hucha de Oro.
 Ha publicado un libro de relatos, “Linaje oscuro” así como dos novelas, “La historia de los mil nombres” y “Aroma de vainilla2, y un libro de poesía, “Lunas de ausencia”. También tiene publicaciones de relatos en los libros “Amigos para siempre “(Editorial Hipálage) y París (M.A.R. Editor), y poemas y relatos en diferentes revistas (Azahara, Nueva Estafeta, Tránsito, Ágora, Papeles de Arte Gramático, Contemporary Literary Horizon y La Esfera Cultural) y páginas virtuales.
Es autora del blog literario http://elcobijodeunadesalmada.blogspot.com.es.


  



Reseña extraida del blog “la tortugabicéfala”

 Prosa fluida, que hace adicto a todos los aromas....

Dice Mercedes: 
"Qué gran sorpresa se va a llevar mi hija cuando llegue el postre, porque espero asombrarla, despertar en su espíritu una pequeña sonrisa interior. Los sabores que siempre nos han gustado la suelen producir y Berta precisa estímulos que la sacudan, que le recuerden que la vida puede llenarse de sentido en cualquier momento". 


La moralidad  que encontramos en una primera parte de tu libro está marcada por la obstinación, que redescribe la maldad intrínseca de los comportamientos de Julia Abellán con Don Segundo, lo inmoral del "pacto de sinceridad" que llevó a Segundo Ortega  al onanismo, solo o en compañía de otros (Regina o Brígida o sus libros).
Pero también obstinación es la crueldad (¿inconsciente?) de Segundo abandonando a la Echá Palante u olvidando, tras un único coito,  a Brígida.
 Pero no solo Julia o Segundo: es obstinación de Mercedes su huida a las ciudades y  su negativa a aceptar a Don Felix en los términos de su liberalismo y la actitud de este último al negar el pan y la sal a la muy enamorada Mercedes hasta que nace su hija. Y, a pesar de todo, la narración exonera esas conductas.
El mal, habita en   Aroma de Vainilla de un modo subterráneo. La prosa es limpia y adictiva, que con un aire de romanticismo decimonónico, nos sigue mostrando lo siniestro de la saga. El lado oscuro recorre los tiempos mientras se mantienen las formas.



 El primer apartado (La obstinación sin fin) parece más intenso que el segundo. Quizás es que Julia puede vivir en una burbuja de obstinación que "ennoblece" sus actos porque vive aún en el siglo XIX,  mientras que Mercedes debe buscarse la vida en las ciudades y el principio de realidad rompe la morbosidad de la tradición de las Abellán.
Se describe el mundo de los Ortega Abellán  al margen del contexto histórico y social. Sin embargo, bruscamente, en la tercera parte, la burbuja de intimidad y la "feminidad" del aroma de las especias se rompe cuando Berta y Rafael comienzan a sentir los hachazos de la maldita sociedad intolerante. El estallido del movimiento narrativo da un sentido al conjunto como si se acumulara el precio a pagar por el orgullo de la familia.

El destino acaba  en la parte final del libro. Todo se hunde quebrando el espíritu del aroma de la vainilla....Pero es aquí donde, la obstinación deja de ser un mal y se concilia con el sentido común  a través de lo cotidiano. Hay que tomar las riendas de la vida.

 Dice la autora:
 “De esa manera, me convertí en una mentirosa que ensamblaba artificios sobre una base cierta, en una fabuladora de mi propia vida. Consideraba que eran ardides necesarios para mantener la calma familiar (...)
   No hablemos de esto nunca más, nunca. No hablemos, no vaya a ser que a mí se me escape la lengua y cuente lo que merece ser callado (....)
Debía despertarla del letargo que inocula la desgracia, de la autocompasión de los débiles, del magnetismo de las visiones destructivas y negadoras. Los humanos sumidos en la desesperación vuelven a retomar el gusto por la vida de una forma tímida y apenas perceptible. Comienzan apreciando el sabor de un alimento, la luminosidad de una mañana, la calidez de una manta o el alivio de una compañía que los sostiene. Poco a poco y de manera titubeante, como un bebé que se cae innumerables veces antes de conseguir mantenerse firme, amplían los motivos de su gozo,en principio siempre simples y elementales. Y tras un período de claroscuros donde se derrumban y se levantan, donde se desesperan y remontan, un buen día, sin apenas darse cuenta, su interior deja de oprimirlos continuamente y los lanza de nuevo al juego agridulce de la vida”.
La obstinación, convertida en voluntad de felicidad, cierra la historia.

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